Más de cien años atrás, un hombre de negocios que volvió de tierras americanas curado de una extraña enfermedad con remedios naturales, decidió montar una empresa farmacéutica dedicada a la investigación y cura de éstos males. Él era una persona muy generosa con la comunidad de su región y dicha forma de ser, llegó a los oídos del Rey que lo honoró con títulos nobiliarios como el de vizconde.
La casa, construida a principios del siglo XX, sirvió como casa de veraneo de su familia, una casa inmensa que seguro necesitaba de muchas personas trabajando para que funcionase todo correctamente.
Tras la muerte del Vizconde y ya que ninguno de sus herederos quiso hacerse cargo del mantenimiento de la Mansión, allí está, a su merced, sin poder ser vendida por voluntad del difunto propietario, esperando que el paso del tiempo decida su futuro.
Sigo reflexionando como puede ser que un patrimonio como éste, a la vez arquitectónico y por su contenido, esté tan desamparado y condenado a morir…..
